“No me interesa el teatro”
Con este sugestivo título, los estudiantes de la ENAD denominaron el conversatorio que realizan anualmente en la sala del teatro de cámara “Hugo Carrillo”. Esta es una actividad que promueve el diálogo entre profesionales del área teatral guatemalteca y expone sus posturas respecto a los temas que los estudiantes les plantean.
El profesor Nery Aguilar es quién lleva años coordinando los conversatorios que ha desarrollado exitosamente en conjunto con los estudiantes. Hay que hacer un reconocimiento especial a esta labor que realiza el mencionado profesor, porque con este trabajo permite a los estudiantes acercarse a otra de las aristas de acción que ofrece el teatro: la actividad intelectual académica formativa, que también hay que mencionar, no es masiva en nuestra región. Por lo que, gracias a Nery Aguilar por promover a los estudiantes de la ENAD, una labor más allá de la escena exclusivamente.
Cuando se habla de formación teatral se asume un desarrollo principalmente kinésico y lingüístico del estudiante, un acercamiento a la literatura del teatro, una comprensión de los signos escénicos o una aproximación a la teoría de la escenología, pero poco se aborda desde una perspectiva crítica a través de cualquiera de las técnicas de discusión académicas que tenemos a nuestro servicio. En menor cantidad se desarrollan simposios, conversatorios, mesas redondas, debates, diálogos directos, entrevistas, Phillips 66 o conferencias académicas que problematicen los temas que competen al teatro; por esto es tan relevante el conversatorio anual que desarrolla la ENAD, pues al ser una institución con más de 60 años de funcionamiento, debe formar las primeras filas de propuestas en la formación teatral del país, así que, excelente iniciativa.
En el conversatorio de este año “No me interesa el teatro”, se contó con la participación de algunas personas que han desarrollado procesos artísticos en distintas ramas del teatro, la docencia, administración y la gestión artística: Gretchen Barneónd, Estuardo Galdámez, Claudia Chinchilla, Luis Román y Estefani Cristales.
Los estudiantes dieron inicio a la actividad con la proyección de un video corto en el que presentaban a sus participantes en primera persona, desde este momento se empieza a tener un acercamiento a la visión y personalidad de cada uno de ellos. Los estudiantes mostraron un importante manejo de la actividad, pues se evidenció su gran esfuerzo por tener un personaje adecuado al momento, iniciaron con la explicación de las reglas, como debe hacerse en este tipo de actividades a lo que los participantes respondieron con risas y se dio inicio a las preguntas.
A continuación se hará énfasis en algunas preguntas para analizar de forma general las intervenciones de los participantes, estas permiten hacer una lectura panorámica del comportamiento ideológico e idiosincrático de los que representan a algunos sectores del teatro nacional dentro de esta actividad. De forma general, omitiendo a Claudia Chinchilla, las respuestas de los participantes demostraron una vez más, la posibilidad de tratar temas relacionados al teatro sin tener que hablar de teatro, por supuesto que algunas de las preguntas no permitían abordar al teatro desde sí mismo ya que remitían a experiencias aledañas a este, como hablar de la pasión personal por el teatro, pero lo que transcurrió en la noche fueron intervenciones sin mayor relevancia o aporte para el quehacer teatral.
Las respuestas se reducían a repetir el concepto fundamental de la pregunta tratada y no ofrecieron información que pueda ser útil para algún tipo de mejora.
Es digno de reflexionar cómo una profesional que no hace teatro de forma directa, sino que es una formadora de estudiantes de teatro, tiene respuestas mucho más sólidas, objetivas y propositivas sobre el teatro, me refiero a las excelentes intervenciones de la maestra Claudia Chinchilla, que defendió sus posturas con intensidad, respeto y argumentación concreta. A la pregunta de “¿qué recomendación le harían a alguien que vaya a crear una academia de teatro?”, la respuesta de Chinchilla dio directo en la mayor deficiencia en la formación de nuestro país, “tienen que tener una filosofía”, expresó la maestra, a lo que mi compañía artística y yo nos sumamos completamente, pues la falta de una filosofía es la que forma estudiantes sin saber qué buscan en el teatro, ni saber qué quieren hacer dentro del teatro más que memorizar un texto para “caracterizar” un personaje de disney que los llevará a la fama. También apoyo la respuesta de Gretchen, “sean honestos”, que se une directamente con la filosofía de cada academia de formación teatral, pues si quien abre una academia nunca ha llevado un proceso de formación didáctica para saber cómo enseñar, no se debería tener la desfachatez de pretender formar a otras personas, pues mil veces lo diré, el llevar 20, 30 años de carrera artística no es ninguna validación para formar a estudiantes de teatro, hay que estudiar didáctica, hay que respetar los procesos de enseñanza, existe una ciencia de la educación, existen estudios especializados en pedagogía, andragogía y didáctica en general, pero la falta de honestidad hace que cualquiera se coloque en situación de formador sin la menor formación técnica para esto.
Hubo otra pregunta interesante: “¿Según su experiencia, habrá un cambio en el quehacer teatral?”. Aunque la pregunta puede ser mejor enfocada porque resulta ambigua, ¿un cambio de qué? ¿el cambio a partir de qué estímulo? ¿están hablando de la pandemia? ¿Según la experiencia personal, profesional, docente…? A pesar de las deficiencias de enfoque y especificidad que presenta la pregunta, lo más interesante de evaluar son las respuestas, porque pareciera que nadie ha pensado en esto y eso es preocupante.
Es alarmante que alguien que se precie de hacer, vivir y existir totalmente para el teatro, no le haya dado infinitas vueltas a todas las posibilidades de cambio del teatro a partir de distintos estímulos, de distintas razones, de distintas problematizaciones; porque de tener esta interrogante en la mente, inmediatamente se puede cuestionar a quién lanza la pregunta para solicitar mayor información en el enfoque de esta, pero no se fue así y las respuestas vagas, con ideas inconclusas y evidentemente improvisadas develaron una falta de carácter y hasta un grado de indiferencia respecto a la postura que se tiene con los cambios que puede o no tener el teatro.
Responder “sí, seguro habrá cambios”, “sí, siempre hay cambios” es la salida más fácil e irresponsable para este tipo de preguntas, ¿es que acaso no se piensa en el teatro 24/7? ¿de verdad no hemos pensado en qué tipos de cambios a partir de tantas distintas situaciones se pueden dar? y lo peor del caso, es el reducir el problema del cambio que pueda presentar el teatro a la más reciente pandemia, ¡es todo lo que se repite desde hace 2 años!, la pandemia tiene la culpa, la pandemia nos afectó como industria creativa, la pandemia nos perjudicó a todos los artistas, el teatro fue el primero en cerrar y el último en abrir… y así, toda la cantidad de sitios comunes respondieron a esta pregunta. Utilizaré una palabra muy fuerte, pero creo de verdad que es lo que expresa esta intervención de la que hablaré a continuación: es patética. Cuando a esta pregunta la respuesta de cajón es que el cambio del teatro radica en la mayor integración de tecnologías a sus procesos de creación que antes de la pandemia no se usaban las plataformas virtuales y que ahora con tanto avance tecnológico se cambiará la forma de hacer y ver el teatro porque fue una herramienta maravillosa que funcionó porque ahora los jóvenes solo en la tecnología se encuentran bien (por favor leerlo así como está, sin signos y sin conectores para mayor veracidad); me parece mucho más cercano a un diálogo de un personaje de la teleserie “La Rosa de Guadalupe” que a las palabras que debiera tener una gestora que dirige una de las instituciones con más historia en el teatro del país.
Por otro lado, asegurar que hay cambio positivo en el teatro después de la experiencia de la pandemia es del todo pueril y aquí me uno a la intervención de Estuardo Galdámez, con que el teatro cambió, sí, pero para mal, porque las puestas de escena actual son de muy mala calidad. Estoy de acuerdo y agrego que no puede existir ningún cambio positivo en el teatro (si nos referimos a la pandemia) si los actores, directores, dramaturgos, gente que hace teatro, no se dedicó a estudiar durante el confinamiento, si no hicieron cursos, investigación, escritura, lectura durante todo ese tiempo y en lugar de eso pasaron 2 años de lamentaciones y forzando al teatro a entrar en la pantalla no se puede hablar de cambios positivos cuando fueron dos años de pausa sin resistencia, de contar las nubes y cruzarse de brazos cuando el internet se llenó de información valiosísima, de encuentros de poderosos pensadores, de diálogos enriquecedores, 2 años donde tuvimos acceso a información y personas que quizás veíamos inalcanzables. Aquí hay que cuestionar el trabajo de verdad que cada uno hizo durante este tiempo para poder generar un cambio auténtico en el momento actual, de lo contrario no hay nada más que decir, no se puede hablar del cambio desde la inacción personal y sin ser exigentes con nosotros mismos y nuestra formación teatral. Por último, las respuestas generalmente se inclinaron a no adentrarse en el teatro, a referirse a este arte sagrado desde la periferia, desde los bordes gastados de tanto andar por ahí.
La capacidad de tener un conversatorio de teatro sin hablar de teatro
En definitiva se convierte en nuestra especialidad, se habla de lo que no funciona en las instituciones, de lo que hizo la pandemia, de lo que no nos pagan, del problema en la sociedad, de que el público no quiere ir a ver teatro, del lema memorizado de la institución donde se labora, pero nunca del teatro con el problema que nos compete desde el arte.
Este planteamiento se vio claramente manifestado en este conversatorio a través de la insistente atención volcada en qué hace y deja de hacer el Ministerio de Cultura y Deportes tomando como chivo expiatorio a la persona que en ese momento, circunstancialmente, era la representante de ese espacio estatal. Gretchen no fue a “representar” al gobierno de turno y su administración, no era una rueda de prensa sobre el manejo de fondos de la administración pública y sinembargo no se le dejó de cuestionar constantemente sobre la gestión del ministerio respecto a los artistas; no es una defensa de su persona la que hago, es un llamado a que la atención se coloque en ese punto: las personas del público, de los mismos participantes, recurrían frecuentemente al tema del ministerio porque de teatro no se estaba hablando nada, no se estaba abordando ningún tema relevante y propositio sobre la disciplina del arte que nos corresponde, pero algo había que decir, de algo debía hablarse, y sí, todo terminó dando protagonismo a la gestión del ministerio para seguir en la periferia del teatro, y no hablar desde adentro, de qué estamos haciendo la gente de teatro para construir un teatro con responsabilidad estética y técnica que demuestre el respeto que se le debiera tener al público.
Pero esto no es un fenómeno exclusivo de este conversatorio, llevamos años sin hablar de verdad del teatro, años sin ningún movimiento teatral poderoso, intelectual, desde las entrañas, desde la intensidad, con la técnica o la pasión. Son años los que hemos decidido hablar del teatro sin hablar de él, sin tocarlo, sin zambullirnos hasta las más desconocidas profundidades, este conversatorio y las intervenciones solamente son una pizca de muestra de lo que es nuestro trabajo teatral, de lo que pensamos del teatro, de cómo lo interpretamos. Solo es una manera de reafirmar el pulso moribundo de nuestro teatro. Los estudiantes de teatro deben tener un acompañamiento profesional profundo y dedicado en esta actividad, no solo por la necesidad de la organización puramente formal, sino por la necesaria visibilización y lectura analítica de los datos expuestos por los participantes en el conversatorio, que en teoría son referentes en el quehacer teatral y desde la elección de estos, los estudiantes ya deben ser acompañados para conocer a quiénes están invitando a su actividad, saber si realmente es una persona que aportará o es solo es un paradigma.
Porque para un estudiante será sencillo dejarse guiar para llamar “maestros” o “referencias” a los que “el gremio” nombra como tales, pero es aún más fácil para los “maestros” dejarse llevar por la proclamación de ser una referencia en una disciplina cuando se limita solamente a prestar su nombre para el vino, la entrevista y el aplauso.
El estudiante debe saber que esa costumbre de llamar “maestro” a cuanto individuo se les presenta dando clases, es una manía ridícula y absurda del siglo pasado, que solo complace a la egolatría del “artista”.
Por esto mismo, el acompañamiento para este tipo de actividades debe ser muy bien regulado y así no terminar invirtiendo tanto esfuerzo, tiempo y dinero en una actividad que no les retribuirá en nada ni a ellos ni al arte y no por responsabilidad de los estudiantes, si no de los invitados a participar. Un verdadero referente o profesional del teatro con un aporte concreto y significativo, debería comprometerse con la responsabilidad de exponerse constantemente a los estudiantes de teatro -para fortalecer su formación-, a profesionales -para generar diálogo, debate, conocimiento complejo-, a críticos -para fomentar la educación estética, el pensamiento crítico y la exigencia objetiva de calidad artística- y a estudiosos del teatro -para construir una sociedad del conocimiento integral-. Aquellos tomados como “referentes” se responsabilizan también a mantenerse informados, actualizados, como entes generadores de conocimiento permanente desde sus especialidades, debe participar como representante de una filosofía, de una historia del conocimiento propio con el fin de contribuir al avance de su disciplina de forma concreta y no solo discursiva y de cháchara; al menos ese debería ser el compromiso de un profesional que asista a actividades académicas como esta, donde los estudiantes han puesto todo su esfuerzo y trabajo, cuando los participantes han sido invitados ya sea por su trayectoria artística, por sus aportes al teatro, su innovación en el campo, ¡es una responsabilidad grande y permanente!, de no tomarla con respeto y seriedad, entonces el “referente”, el “maestro”, sencillamente se expone a mostrar que se ha calcificado en el consciente colectivo como un tremendo paradigma, pesado, inútil, retrógrado y falso.
Por eso es absolutamente vital la evaluación crítica, constructiva y propositiva de todas las actividades de esta naturaleza que se realicen en el seno de una institución de formación teatral, para que esta no se quede en un simple espacio para departir libremente cada año, porque esto no sirve para nada, se olvida y se corre el riesgo de continuar en nuestro habitual ritmo de vida teatral mediocre y acomodado, se convierte en una charla al aire que por no ser documentada y evaluada, tengan la certeza de que repetirá en cuantas ocasiones sea posible… y entonces… seguiremos otros 30 años hablando de lo mismo, dando el mismo discurso, reciclándonos a perpetuidad.
Esta actividad realmente tiene mucho potencial, es una gran oportunidad para abrir las ventanas del saber a los que empiezan a hacer teatro, es una maravillosa posibilidad de hacerles conocer al teatro con transparencia y a enseñarles la grandeza de este arte, hay que propiciarles herramientas de evaluación para que no todo termine en la refacción y las felicitaciones, hay que ejercitar su criterio, su objetividad para no aplaudirlo todo y no por amargura, apatía o pesimismo exacerbado; sino para construir un teatro con distintas aristas pero todas bien fundamentadas, con distintas corrientes, pero bien estudiadas, con distintas propuestas, pero bien investigadas, los estudiantes deben saber esto.
Nosotros, como estudiantes que tenemos más años en el oficio del teatro, debemos tener un compromiso auténtico con la formación de las nuevas generaciones de hacedores de teatro, no los dejemos solos, no les mintamos, no les dejemos nombrar maestro a cualquiera, no les dejemos estas actividades en el aire, sin evaluarlas, sin invitarlos a cambiar el discurso repetitivo de siempre, hay que decirles la verdad a los estudiantes, hay que construirles un camino donde puedan andar con los ojos libres de vendas… ayudarlos a ser críticos en busca de la verdad, ese sería nuestro más grande aporte para ellos.
Emy Coyoy